DF Transformación Digital | Resiliencia digital para las personas
Mónica Retamal (Fundación Kodea) Hernán Araneda (Fundación Chile)
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Mónica Retamal y Hernán Araneda.
La crisis Covid-19 19 ya muestra sus consecuencias sobre el mercado laboral. Se anticipa un crecimiento del desempleo que podría llegar a dos dígitos a fines de 2020. En el escenario de una recesión prolongada podrían perderse en Chile 1,2 millones de empleos, según el BID. Algunos de se recuperarán después de la crisis, pero otros desaparecerán o se transformarán radicalmente por la sustitución con tecnologías digitales o por cambios profundos en la organización del trabajo.
Un grupo especialmente afectado son trabajadores de servicios básicos, comercio, turismo y otros ámbitos que requieren presencialidad y clientes. En su mayoría se trata de empleos rutinarios, de baja complejidad e ingresos. Unos 2 millones de chilenos están en esta condición. Un porcentaje importante de personas con estudios de educación superior, con o sin título, también perderán su empleo. Dentro de este grupo hay un segmento que, quizás sorpresivamente, califica como vulnerable y que es elegible para programas públicos de apoyo al empleo, pese a sus credenciales.
Para estos grupos se inicia un proceso complejo de adaptación, con costos sociales, familiares y personales altos. Las personas requerirán todo el apoyo posible para reducir los tiempos de búsqueda de empleo.
¿Cómo evolucionará la demanda por habilidades en el escenario post-crisis? Los empleadores buscarán trabajadores con habilidades para enfrentar situaciones complejas, tomar decisiones, construir relaciones colaborativas y, además, con habilidades digitales para desenvolverse en plataformas. Competencias en programación, ciberseguridad o análisis de datos aumentarán fuertemente su demanda, que ya es significativa en Chile.
Por su parte, las Pequeñas y Medianas Empresas (PYME) que logren superar la crisis requerirán revisar sus "modelos de negocio", e incorporar tecnologías digitales a la producción, distribución y comercialización de sus bienes y servicios. Su nivel de digitalización es básico y el uso del computador se limita al correo electrónico.
En un momento en que el gasto público y las donaciones privadas se concentran en insumos para enfrentar las tareas sanitarias inmediatas, parece oportuno levantar la mirada y considerar otras inversiones complementarias que permitan a millones de trabajadores enfrentar mejor su futuro laboral. El sentido de urgencia viene dado por el aumento del riesgo social derivado de la obsolescencia de las habilidades y conocimientos a los que estará expuesto un porcentaje alto de la fuerza laboral, cuente o no con títulos.
Para apoyar estas personas - desempleados, jóvenes que recién se incorporan al trabajo, personas acogidas a planes de protección de empleo, técnicos y profesionales subempleados, entre otros grupos- y PYME, es necesario entrenarlas y reconvertirlas. Por tanto, debe ser parte del paquete de medidas de protección social que ofrece el Estado. Actualmente sólo el 12% de los trabajadores con calificaciones medias accede a entrenamiento. La cifra alcanza al 8% en el segmento de menor calificación.
Resulta crítico movilizar un ecosistema público-privado que actúe con prontitud y decisión. Una respuesta es el programa Talento Digital, que si bien está en su etapa inicial, prepara a personas para oficios de entrada en el mundo digital, con una potente combinación de habilidades técnicas y sociales. Un vendedor de retail puede transformarse en un programador full stack; un diseñador gráfico en un diseñador de experiencias digitales de usuario o un periodista reinventarse como desarrollador de sitios web, todos casos reales del programa.
La demanda por acceder al programa Talento Digital ha crecido, aún en un escenario de crisis social, sanitaria y económica como el que vivimos hoy. Ello refleja su pertinencia como política activa de empleo, y muestra un ejemplo de lo que debiera ser un esfuerzo masivo de reconversión laboral, sintonizado con la transformación digital.